martes, 29 de mayo de 2007

Ahí estabas...

("El puente de Burceña", Aurelio Arteta)

Ahí estabas
Presente en mi tiempo
donde la vida transcurre vertiginosa
atisbando sereno el encuentro imaginado
Y ahí estaba,
una más de tantas veces en que la mente vuela
y se inventa estallidos
buscando el rostro que me bañó de cielos
en mil encuentros habitados.

Ahí estabas, mirándome, imperturbable,
con tu sonrisa dibujada,
con tus ojos profundos de ave preparada
sin desilusiones remotas,
porque eras tú
acaso un ángel o un demonio,
un ogro, un gigante, un enano,
nada importaba porque eras tú aquella tarde,
tú volviéndose humano,
tomando forma,
respirando vida
dibujando un rostro
el rostro que extrañé por tanto tiempo

Ahí estabas,
con tus ojos y tus manos que derraman poesía
simple y sencillo
y todo encajaba
cual si fueran las piezas
de un rompecabezas desencontrado
tan largamente buscado
tu palabra fija
mi canto desbordado
tus versos oscuros
mi historia felíz.

Ahí estabamos,
personajes de historias vueltos a la vida
de palabras y furias,
de tiempos sin tiempo
Ese eras tú y esa era yo
Y fuimos dos extraños en el mundo real
dos viejos conocidos de vidas de papel
convertidos en certezas en el soplo inventado

Y todo sigue
como siempre,
desde mi espacio pequeño,
desde mi universo celeste e infinito
de romanticismo anacrónico
donde nada podría ser más real.

Ahí estabas,
todavía mirándome
todavía sonriendo
donde no se conocieron nuestros labios,
sin un solo roce de los dedos,
Solo tú y yo
En la tibia tarde de una esquina
Ahí estabas
oscuro y doloroso
dulce y eterno
amor mío.

martes, 22 de mayo de 2007

Versándote

("Pensadora", Dibujo, Latido Lineal)



Para versarte entre mis dedos
no necesito de estos lienzos que hablan entrelíneas
cautivados del aroma de tu lenta pasión contra la ausencia,
no necesito limpiar estos pinceles para delinearte los trazos
en la más feroz de tus sentencias.
Me basta presentirte el aliento susurrante que me busca y encuentra
en cada uno de mis recodos certeros que adivinan los pliegues
de tu fausta sombra entre las sombras.

Para versarte en mis latidos no necesito el temblor
de mis dedos de fuego hablando de tiempos mágicos,
tan solo me basta embriagarme de tu violencia sangrante
que lleva impresa la palabra tentación
para fascinarme sostenida en tu mirada,
para desmenuzarte paso a paso a plena luz del día,
para verte donde la resaca viene con la ausencia de la mañana.

Para beberte en mis versos no necesito reptar entre las sombras
cuando el deleite de todos tus vicios humeantes
es la poesía que te deshoja en mis fauces
y te bebe bajo una luna mordida de invierno
en el delirante triunfo de tus matices conjurados.

Para versarte en los susurros que te recorren la espalda
tan solo necesito los espasmos de tu vientre
al compás de cada uno de mis gemidos.
Y al reconocer tu mirada escondida en mis retazos
me basta conectarme con tu pulso
para adormecerme en tus aires de conjuro
para lamerte los versos en la vigilia de las sombras.

Para versarte los labios roídos de anhelos no necesito de razones
que controlen el impulso irrefrenable
tan solo me inspiras y te verso
para desbordarte te verso
para reconocernos falaces
para amarte entrelíneas
para sangrarte en mi carne
para concluir silente,
lejana
besándote
versándote.

martes, 15 de mayo de 2007

Sin interferencia



Y en las tardes coincidentes
recojo los pedazos que asesiné en el naufragio,
me recupero de los embates del tiempo
y de los vientos que nos llevan al garete.

El navío retoma su rumbo al despuntar las olas
se dispone a nuestras voces
se agiganta en las ausencias
en los dolores te persigo y en las grandezas te alcanzo
y de tanto esperar nada terminar esperandolo todo

Y mi mano?
es tuya como mio es el arte de tu nombre
y como tuyos mis galopes
mio es tu corazón de alada sombra
Te encuentro, te huelo, te pierdo
ha de ser nuestra consigna,
lejos, cerca, que mas da
si al menos entre mis pechos
puedo sentirte respirar.

martes, 8 de mayo de 2007

Sobakasu

“No debía poner ni tan solo el dedo en la boca de la mujer dormida,
ni intentar nada parecido…”
Yasunari Kawabata

("Despertares", Mercedes Vandendorpe)


Arrastraba una tristeza milenaria en sus ojos de almendra, su piel de luna estaba como tejida por seda natural y desde su cuerpo mudo se podía oír la historia de mil encuentros míticos en noches de insomnio. Aún en su naciente juventud guardaba un aura de antigüedad y hasta el aroma de su pelo conocía el arte secreto de hacer cantar a los poetas ante la contemplación de su desnuda belleza dormida.

Se preparaba con pasos sigilosos en el rito de cada atardecer, aromaba sus cabellos con delicadeza y parsimonia, y dejaba que sus esencias naturales llenaran el ámbito de la habitación con el clima de su aliento. Tomaba posesión de su espacio como preparándose para dormir muchos años y bajando las cortinas se acostaba de medio lado extendida en su lecho como si se tratase de una criatura de fábula en la penumbra del mundo, hermosa en su perfecta naturaleza hasta dormirse sin un suspiro, sin una sola pausa en la narcotizada plenitud de su completa desnudez.

Cuentan que los ancianos se acercaban de uno en uno cada noche tan solo a contemplar el sueño de su belleza adormecida aproximándose a su lecho con pasos sigilosos tan cerca de modo que pudiesen oler la fragancia de su cabellera y tan lejos que solo con el corazón cautivado por la secreta fascinación del sueño conseguían imaginarla entre sus dedos hasta lograr por un instante en sus vidas volver a sentir en los labios el tibio aliento de una juventud ya demasiado olvidada.

El rito consistía en la contemplación y la esencia del placer residía en velar el sueño de la bella de pieles tiernas y así pasaban horas cautivados por esa soledad pintada de tristeza sin poder tocar ni por un instante la belleza serena y violenta del erotismo rondando en su propia muerte.

Y ella lo sabía, sabía del tenor de su piel al despuntar la noche, se diría que desde la profundidad de su sueño podía oler las súplicas de cada alma en el vacío pretendiendo huir de la decrepitud senil, el placer del coqueteo con la muerte dibujada en la profundidad de su sueño mientras tejían y destejían los estragos de la desolación en cada pose natural de su cuerpo y amaba el instante de la belleza serena de su cuerpo contemplado.

Era el arte aprendido por siglos, la confabulación de los lobos aullándole a la luna, la proclama de los vientos, la nostalgia de la vida apagándose en cada estallido de la brisa, los acordes cantados sin mentiras la tarde de mil tardes en que con su belleza serena y piadosa consentía por última vez el capricho de las almas en el vacío cantados y contados en la fragancia de un instante inmortal, de un último hálito de vida entera resumida en el minuto perfecto y sublime de la contemplación de la belleza pintada entre sueños de la última mujer desnuda con la que jamás yacerían.

Nakibeso nante sayonara ne

viernes, 4 de mayo de 2007

Consiento

("The Invisible man", Salvador Dalí)


Te desmenuzo en esa intrincada maraña de pensamientos...
Primero te observo,
cada detalle, cada punto, cada coma,
cada palabra ubicada con cuidado en su justo lugar.
Te leo una vez
luego otra
y el sabor en el paladar me agrada.

Entonces comienza a aromarme la poesía,
una metáfora,
luego otra que arma y desarma las ideas que te recorren.
Finalmente digiero la esencia de un desconsuelo,
el instante perfecto donde se confabulan los dolores y las desilusiones,
los desencuentros y las resoluciones fatales.

Y te encuentro, en esa dulce adicción al dolor
en el arte de ladronzuelo que llamas al olvido
en tu tablero de ajedrez de continuados delitos
Lo siento.
De vez en cuando esta Amapola
encuentra en algún túnel
la luz que otros no logran ver
y se inspira
y traza destellos de lienzo con técnicas de pincel seco
y derrama líneas invitantes.

Te consiento
Tal vez conmigo no consigas jamás dejar de ser.

miércoles, 2 de mayo de 2007

Seguimos estando

( Detalle del Palacio del Marqués de dos aguas, Valencia)


En el pasar de los días seguimos estando acompasados de letras, de esas compañeras dulces que van relatando instantes eternos, los tuyos, los míos que descansan en conjuros no inventados, en promesas no dichas, en cada instante cómplice que se teje en el periplo en que contigo viajo.

Y se puede, siempre se puede sacar del bolsillo naranjas y granos de café que acompañen los trayectos, huir de todo y empezar de nuevo, de cero, tan solo con las letras de tu mirada saltando mis cercos.
Siempre es posible aventurarse cerro arriba y una vez en la cima cubrirte de besos, de todos los que no te he dado, rodar cumbre abajo hasta más allá del nivel del mar e inventarme todos los poemas que podamos describirnos entrelíneas.

Siempre es posible dormirse bajo un árbol (o bajo un honguito de papel) solo para sentir el susurro del viento trayendo la aventura no contada de las más remotas regiones de América, y poder fumar del opio de la poesía una vez que caiga el sol y yo besarte la frente mientras me hueles el pelo y te recito los versos de un navío sin astrolabios.

Aún estamos para sucumbir al embrujo de las calles viejas, para recobrar ausencias, para olvidar fracasos, para recopilar historias y encadenarnos para siempre.
Siempre estamos para ser certeza en estas letras que hoy por hoy surgen solo cuando te presienten la risa, y reviven en mi otoño para ser la voz que te acaricie los ojos y ser día a día el plato principal de tu vida y sus terruños melodiosos.